domingo, 4 de enero de 2009

Clive Owen

- Arturo, esta contienda no afecta a Roma, no es algo que te afecte a ti, los años, que hemos pasado juntos, el tormento sufrido, la sangre derramada, ¿para que han servido, Sino para ganarnos la libertad? Y ahora, cuando la tenemos tan cerca, cuando por fin está al alcance de la mano, ¡MIRAME, todo eso no cuenta para nada!
- ¿Tú me lo preguntas? ¿Tú, el que mejor me conoce?
- ¡Entonces no lo hagas, aquí solo te espera una muerte segura, yo, Arturo, te imploro por nuestra amistad, desiste, te lo suplico!
- Pues se un buen amigo y no me disuadas, coge la libertad que te has ganado y vívela por los dos Lancelot, yo no puedo seguirte, ahora se que tanta sangre derramada, todas las vidas que he segado, me han traído hasta este momento.

- Ahora entiendo porqué piensas que aquí no te queda nada, excepto, lo hecho por tus caballeros y tu, tienes tus hazañas.
- Las hazañas por si solas carecen de sentido si no sirven a un fin elevado, hemos librado una guerra para proteger a una Roma que no existe, ¿esta es la hazaña por la que me juzgarán?
- Te quedaste y combatiste sin estar obligado, has dado muerte a hombres viles cuando pudiste huir, ¿lo has hecho sin motivo alguno?
- Pelagius me dijo una vez que no existe peor muerte que el fin de la esperanza.
- Tú y yo no somos esas personas educadas que viven en los poemas, estamos bendecidos, y condenados por nuestro tiempo.
- Quizá la condena sea obra nuestra, ¿y la bendición?
- ¿De que tienes miedo, Arturo? Eres igual que esta tierra, britano de padre romano, Roma está muerta, este lugar, esta tierra, tu patria, es el último reducto de la libertad, de todo lo que aprecias, este es tu pueblo.
- Yo no creo en el paraíso, he vivido en este infierno, pero si tú representas el paraíso, llévame hasta allí

- No existe peor muerte que el fin de la esperanza

- No existe el destino, solamente la libertad.

- Arturo, tu luchas por un mundo que nunca existirá, jamás. Siempre habrá un campo de batalla. Yo moriré en combate, estoy seguro, espero que sea un combate de mi elección, pero, si se tratara de este, hazme un favor, no me entierres en este aciago cementerio, quémame, quémame y lanza mis cenizas a un fuerte viento de levante.

Lo que nos depare mañana, no podemos saberlo.

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